El Real Madrid hundió al Submarino Amarillo, que amenazaba con tomar el Bernabéu, con sendos misiles de Fede Valverde primero y de Vinicius después. El equipo de Ancelotti no hizo un partido brillante ni divertido y por momentos aburrió a su afición. Sí que estuvieron los blancos muy sólidos, concentrados y con oficio para lograr un triunfo que les permite dormir en lo más alto de la Liga con los mismos puntos que el Barcelona.
Había runrún en el Bernabéu. El aficionado medio del Madrid no se conforma con cualquier cosa. Tiene el morro fino. Ya van once partidos y el nuevo Real Madrid no mola tanto en la realidad como en las fotos. El equipo de Ancelotti, que presume de saber dónde está el problema pero es incapaz de arreglarlo, no juega a nada. O no había jugado a nada hasta recibir al Villarreal. Defendía mal y atacaba peor. Demasiado perezoso para quitarle la pelota al rival y demasiado previsible para hacerle daño con ella.
Por eso el técnico y los jugadores del Real Madrid sabían que la visita al Bernabéu del equipo de Marcelino, tercero de la Liga, no era cualquier partido. Menos aún después de la imagen del equipo en Lille. Ancelotti se mantuvo firme en el 4-4-2 quizá porque no quiso forzar al convaleciente Rodrygo, quizá porque ante los rivales gordos (y el Villarreal lo es) prefiere cuatro en el medio que tres delanteros.
El caso es que Carletto prefirió no arriesgar con Militao, al que dejó en el banquillo, retrasó a Tchouaméni al centro de la defensa y metió a Modric en el medio al lado de Camavinga. Lo que sea para sacar la pelota limpia y blanca, que no empaña. Valverde y Bellingham volvían a ser centrocampistas de banda y arriba Vinicius y Mbappé eran pareja de hecho.
Partido de pizarra
Marcelino, que tuvo que dejar a Ayoze en Villarreal, formaba con Álex Baena, enemigo íntimo de Fede Valverde, como principal amenaza. Posiblemente, el jugador más completo de esta Liga junto a Lamine Yamal, el centrocampista internacional con España igual te da una asistencia que te marca un gol. Arriba, Thierno Barry y Pepe prometían darle la noche a los centrales del Real Madrid.
Nació el partido con los de Ancelotti dispuestos a galopar. Mbappé espoleaba a un Bernabéu que había venido a divertirse. Replegó el Villarreal con las dos líneas de cuatro muy juntitas para no conceder espacios al Madrid. Bloque bajo le llaman los cursis. También sabían mantener la posición cuando tenían la pelota. Y buscar la velocidad de sus dos puntas y la llegada del venenoso Baena. También avisó Pepe en una contra que horadó el costado diestro del equipo de Carletto.
En el Real Madrid Camavinga trataba de ser ubicuo pero sólo conseguía ser desordenado. Bellingham también merodeaba la mediapunta pero fue Fede Valverde el que abrió el camino con un disparo lejano en el minuto 13 que se envenenó tras tocar en su enemigo Baena. La pelota, cruzada y viva como un conejo, sorprendió a Conde, que se tiró tarde.
Valverde pega primero
El tanto no amilanó al Villarreal. Al contrario. En tres minutos pudo empatar pero el larguero se interpuso entre el cabezazo de Pepe y el gol. Y luego otro remate de Barry. El Real Madrid, pese a ir en ventaja, era incapaz de sacar la pelota. Urgía llamar por megafonía a Toni Kroos, presente en el Bernabéu, para que bajara al vestuario de jugadores.
Mandaban los de Marcelino ante un Madrid descaradamente replegado en torno a su área. Insisto. Había runrún en el Bernabéu. En ataque el Real Madrid seguía siendo el Consejo de Ministros: un sindiós infumable. Modric deambulaba sin pena ni gloria, no había banda derecha, mientras que Mbappé y Vinicius se hacinaban en la izquierda como si se marcaran al hombre el uno al otro.
Otra media hora insípida y fea del Real Madrid en el Bernabéu… y van demasiadas ya. Un cabezazo a balón parado de Rüdiger fue la segunda señal de que había vida inteligente en el equipo de Ancelotti. Llegaron luego un par de acciones de Mbappé, que se asomó al área del Villarreal por el perfil izquierdo. En ambas murió en la orilla. Más clara fue la segunda, que evitó con un pie salvador el meta Conde.
Y después de esta incursión pasaron los minutos hasta llegar al descanso sin grandes sobresaltos. Por una vez y sin que sirva de precedente, el Real Madrid se iba con ventaja al descanso aunque fuera pírrica. Volvimos de vestuarios sin cambios. Otra vez replegó el Real Madrid para buscar las contras y concedió la iniciativa al Villarreal.
Vuelta a las andadas
Vinicius y Mbappé convertían la banda izquierda en un encierro de sanfermines. Los dos por la misma calle Estafeta y perseguidos por los toros de Marcelino. Bellingham y Camavinga también cargaban hacia ese costado por si éramos pocos. La televisión enfocaba el palco de Kroos y el Bernabéu coreaba su nombre en lugar de gritar: «¡Baja!».
Tonteaba el Madrid y se asomaba al área el Villarreal. El Bernabéu se temía lo peor. Una falta botada por Baena en el 54 hizo contener la respiración al madridismo. Sorteó la barrera pero se estrelló contra el lateral de la red. Tres minutos después Cuadra Fernández decidió indultar a Kiko Femenía, que frenó con un codazo a Vinicius tras desentenderse del balón. Era segunda amarilla pero el colegiado no quiso dejar con diez a los de Marcelino.
El juego se fue diluyendo en una insoportable lentitud. Marcelino movió el banquillo para agitar el partido. Su equipo lo necesitaba. Al Real Madrid no le iba mal que pasaran pocas cosas para hacer bueno el gol de Fede Valverde. En el 70 Ancelotti sacó del césped a un irreconocible Mbappé y a Camavinga para meter a Militao y Rodrygo. Tchouaméni terminaba su suplicio de central y volvía al mediocentro.
Latigazo de Vinicius
Dos minutos después Vinicius anotó un gol balsámico. Recibió la pelota en la posición de delantero centro, se asomó a la medialuna del área y se sacó un disparo lejanísimo con la derecha que se coló casi por la escuadra para hacer inútil la estirada de Diego Conde. El Real Madrid ponía tierra de por medio y casi abrochaba una victoria asentada sobre el pragmatismo y la pegada.
Fue marcar y caer lesionado. Vini se hizo daño en el hombro y Ancelotti no esperó para sustituirle por Arda Güler. Al Real Madrid sólo le quedaba guardar la ropa y no pegarse tiros en los pies para salvar tres puntos que había conseguido con oficio y concentración. Lo hizo en los minutos finales a pesar de que el Villarreal apretó en busca de un milagro que no ocurrió. El equipo de Ancelotti, aunque fuera sin brillo, recuperó la senda de la victoria y duerme en el ático de la Liga con los mismos puntos que el Barcelona.
La peor noticia para el equipo madridista fue la postrera lesión de Carvajal, que sufrió una hiperextensión de rodilla al intentar despejar un balón y acabar golpeando el aire primero y a Jeremy Pino después. Ojalá todo quede en un susto enorme, pero las primeras sensaciones son que el Real Madrid puede perder a su lateral derecho titularísimo y a uno de sus capitanes para mucho tiempo. Ojalá que no.